sábado, 11 de junio de 2011

siete meses

Estamos solos. Por primera vez siento que esta idea me atraviesa como una acupuntura maligna, provocándome un dolor suave y constante al que podría acostumbrarme con el tiempo, pero que jamás dejaría de sentir. Un achaque de la edad adulta, de la edad consciente.
Mi amiga hippy y dueña del apartamento donde vivo viene a verme dos veces por semana. Como ella asegura, lo más importante para la correcta recuperación es respetar la posología. Una vez que traspasa el umbral de la puerta no puede evitar actuar como si fuera ella la que vive allí: descorre las cortinas con soltura y se sirve una copa de vino. Después se sienta enfrente de mí, en el sillón morado, cruzando las piernas. No se lo diría nunca, pero esas largas rastas no pueden ocultar los mismos ademanes aristocráticos que heredó de su madre y contra los que sigue luchando sin éxito. Tampoco esa facilidad para disponerlo todo. A medida que ella avanza, se desintegra el caos.
- Te veo mejor.
- ¿Mentir es parte del tratamiento?
Sonríe con picardía. Me conoce y sabe que conmigo no valen las mentiras piadosas.
- No miento. Por dentro estás hecha una mierda, pero te veo mejor. ¿Zapatos nuevos?
- Los compré por internet. Y si, aunque me quedan grandes, no pienso descambiarlos.
- ¿Y eso?
- No siempre puede ser todo a nuestra medida. Y, como dice Alba, los problemas son como los zapatos, cuando crecemos se nos hacen más pequeños. Y si  ya no creces, siempre puedes usar plantillas.
- ¿Y quién es esa Alba?

lunes, 6 de junio de 2011

LA PLAZA

Ayer vi las noticias.
- Mamá, cómprame una tienda de campaña.
- ¿Para qué, hijita?
- Para irme a la plaza con esos que salen en la tele. Dice Jorge Abadía que viene también.
- Pero ¿tú sabes lo que estás diciendo? Esos son unos alborotadores que se han puesto allí sin permiso.
- No sabía que había que pedir permiso para ir a la plaza. ¿Y venden entradas o hay que llamar a la alcaldesa?
Mamá me miró como cuando no le gusta lo que digo, así que pregunté otra cosa.
- ¿Y para qué están ahí?
- Para quejarse de que no ganan suficiente dinero y que todo está muy caro. Que trabajen. Además se quejan de los políticos, quieren que vivamos así, sin gobernantes, como si fuéramos salvajes.
- Pues a lo mejor papá podía acompañarnos, él también se queja de que todo está muy caro y también dice que los políticos son unos hij..
- ¡Alba! Cuidadito con esa boca. Papá es un señor serio, no como esos que ocupan la plaza, que es de-to-dos, que ya no se puede pasear, ni nada.
- Si la última vez que fuimos a la plaza fue a la boda de la tía Alicia, y ha pasado tanto tiempo que hasta la tía Alicia se ha cansado de estar casada y se ha divorciado.
- ¡Alba!
A mamá no le gusta que hablemos de la tía Alicia. Así que sigo mirando la tele. Es cierto, papá es un señor serio, no como los de la plaza, que parecen alegres. Y se quejan muy alto, para que todo el mundo los oiga. No como papá.