miércoles, 4 de febrero de 2015

Identidad

Una vez leí que los demás son espejos y que nuestra identidad se construye con la imagen que esos espejos nos devuelven. Sería de una candidez casi molesta creer que esas imágenes no están cimentadas en emociones impredecibles fundidas en un magma pastoso y caliente. 
Ayer uno de esos espejos saltó en pedazos y me limité a observar cómo iban cayendo al suelo pequeños trozos de mi propia imagen envueltos en una sustancia viscosa e incandescente. 

Ayer, por un momento, dejé de saber quién era y rompí mi propio espejo para que nadie se mirara en él. Más tarde vino a verme Alba, el espejo más limpio que conozco, me recordó quién era y volvió a salvarme la vida.

SALVAR LA VIDA

Hoy he comido muy deprisa. Tan deprisa, tan deprisa, tan deprisa, que se me han ido los garbanzos por el otro lado y mamá ha vuelto a decir en medio de mis toses que no sabe de qué le sirve gastarse el dinero en colegios privados. Mamá, que como todos sabéis hace mucho que no va al cole, no se acuerda de que en los colegios no te enseñan a comer garbanzos deprisa, sino otras cosas mucho más importantes como partir palabras en sílabas, saber cómo viven los ornitorrincos o resolver problemas de personas que reparten caramelos entre sus hijos, pero siempre les sobran o les faltan (que no entiendo yo muy bien eso, porque es raro no comprar los caramelos justos si ya sabes cuántos hijos tienes). Yo creo que si la maestra nos enseñara a comer garbanzos deprisa, en el fondo, en el fondo, mamá se enfadaría. Pero mamá, como dice papá, es contradictoria y le gusta pensar cosas distintas cada vez. Así ni se aburre ella, ni nos aburrimos nosotros.

Total, que he comido muy deprisa, he salido de casa muy deprisa y he subido las escaleras al ático de la vecina corriendo, haciendo ruido con los zapatos como papá con las teclas del ordenador. En un pispás he llegado hasta la puerta y he llamado cinco veces seguidas.

- Alba, corazón, ¿ocurre algo? ¿ya has comido?
- ¿Por qué estás triste?

La vecina se ha quedado un momento callada y me ha mirado a los ojos.

- ¿Cómo sabes que estoy triste?
- Porque antes te he visto en el portal y me has mirado como si no te pusieras contenta de verme. Y sé que eso es imposible.

Luego he pasado a su casa, me he sentado en el sofá y le he pedido un batido de chocolate. Ella ha tardado un poco en reaccionar, ha cerrado la puerta y no ha dejado de mirarme todo el tiempo, y hemos estado así, calladas, hasta que, de repente, ha empezado a reírse a carcajadas.

¡Y otra vez se me ha ido el batido por el otro lado! A lo mejor mamá tiene razón y en el cole deberían enseñar más a comer y a beber deprisa y riéndose y menos sílabas, divisiones y ornitorrincos.

Yo creo que deberían enseñar sobre todo, sobre todo, cosas que te salvaran la vida.