Estos días, como hace mucho frío, no voy a casa de Jorge a hacer los deberes. Me quedo en la alfombra del salón a los pies de mamá, que gira la cintura hacia la ventana para tener más luz para arreglarse las cejas. Mamá parece un director de orquesta con una batuta pequeña, arrancando cada pelito como la maestra de música nos marca el ritmo. Yo, mientras tanto, la miro y escribo en una hoja amarilla lo guapa que es mamá.
- Alba, bonita - me responde mamá sin volverse y sin dejar de dirigir una orquesta invisible con la pinza - con un boli transparente no verán las palabras que escribas.
- Claro que nooooo, no soy tonta - le respondo arrugando la nariz. - Pero dice la maestra que lo importante no son las palabras, sino lo que hay detrás de las palabras. Además, las palabras transparentes no son transparentes, porque cogen el color del papel que pones debajo.
- A ver cuándo dejas de ser así, Alba, y dices cosas más sensatas, que empiezas a ser mayor.
Pero Alba es Alba y sólo puede tener ideas de Alba , y mamá es mamá y sólo puede tener ideas de mamá, y ese señor que sale en la tele mientras mamá me contesta, de la familia del rey, es deportista y sólo puede hacer cosas de deportista, como correr por la acera. Aunque vaya vestido con un traje de trabajar.