jueves, 29 de diciembre de 2011

EL DISCURSO DEL REY

España es como un cole y el Rey es como el director, que dice a los papás que tienen que esforzarse más. El Rey habla poco, como el director, que sólo viene a clase cuando pasa algo grave. No cuando un niño le tira un estuche a otro, noooooo. Va cuando se rompe una puerta o cosas así. El Rey tiene que hablar siempre obligatoriamente en Nochebuena, cuando estamos a punto de cenar. Se sienta de lado, nos mira a todos, que ya estamos sentados en la mesa, y  la abuela sube el volumen y nos manda callar  y escuchamos lo que dice el Rey. El Rey dice cosas horribles como que tenemos que hacer sacrificios. Que con sacrificios todo el mundo tendrá trabajo. Hacer sacrificios es matar un animal para que los dioses no nos manden terremotos ni enfermedades. Jorge Abadía no se lo cree, pero yo lo he visto en la tele.
- Mamá, eso de que tenemos que hacer sacrificios, ¿es verdad?
- Sí, Alba, hay que hacer sacrificios para que vosotros tengáis un futuro.
- No lo entiendo, me parece injusto.
- A lo mejor no es muy justo, Alba, pero hay que hacerlo.
- ¿Y a ti te parece bien? 
- Cariño, preferiría no tener que hacerlo, pero no nos va a quedar otro remedio.
- ¿Y a todo el mundo le parece bien?
- A todo el mundo que es como dios manda, sí. Luego están esos que salen a manifestarse, que están contra todo y quieren vivir sin trabajar.
- Entonces, ¿a ti te parece bien lo de los sacrificios?
- Que sí, Albita, que sí. Estás un poco pesada...

Hoy mamá estaba preocupada. Le ha dicho a papá que Paula ha vuelto a salir sonámbula otra vez. Le ha contado que se levanta, abre la puerta de casa de la abuela y se vuelve a dormir. 

Mamá no sabe que soy yo. Que todas las noches abro la puerta para que Trapi, el perro salchicha de la abuela, salve la vida. Porque el pobre sólo es un perro y ni sabe lo que son sacrificios ni creo que la abuela le deje salir a manifestarse.

lunes, 26 de diciembre de 2011

veinte meses

Apenas escuché los pasos subiendo las escaleras, apagué la luz y me quedé en silencio, sentada en el sillón de terciopelo. Llamó al timbre como lo hacen los niños que todavía no conocen las normas y no entra en sus cabezas que alguien pueda desear la soledad, menos aún en Navidad.
A punto estuve de rendirme, pero ni siquiera el ánimo infantil es nave espacial tan potente como para rescatarme del campo gravitatorio de mi propia tristeza. Mi tristeza profunda y gris, capaz de hacer desistir a mi vecinita de siete años, que tras abandonar su idea inicial, bajaría las escaleras agitando las borlas de sus mitones rojos, cascabeles sordos para una niña que es música. Desde que nos conocemos temo que si desclavo mi tristeza del sofá, de ese sofá de terciopelo sangre, mi monstruo acabe devorando a la única persona que me hace sentir parte del mundo. Ya había lamentado varios días antes mis comentarios negativos respecto a la Navidad:
- ¿Con quién celebras la Navidad? ¿Qué te va a traer Papá Noel? ¿No vas a poner un árbol? - gritaba Alba mientras recorría uno por uno los cuartos de mi apartamento.
- Alba, yo no celebro estas cosas.
- Pero...
- Cariño, para celebrar la Navidad hay que tener ánimo y yo ya no tengo fuerzas.
Aquella respuesta la había dejado seria y pensativa. Al rato respondió:
- Para hacer la Navidad hay que tener muchas fuerzas, pero no tienes que hacerla toda entera tú sola. Sólo necesitas un poco de fuerza y la ayuda de alguien.

Por todo esto tardé casi dos horas en volver a levantarme del sofá, agacharme a recoger ese sobre rosa chicle y sacar de su interior una tarjeta que decía: "¡QUE LA FUERZA TE ACOMPAÑE!", pie de foto de una  fotografía del padre de Alba disfrazado de Luke Skywalker, robada posiblemente del álbum familiar.

Entonces me acerqué a la mesita, levanté el teléfono, y marqué el único número que conozco de memoria:
- ¿Y si ceno esta noche en tu casa?

domingo, 25 de diciembre de 2011

NOCHEBUENA 2011

Me gustan las navidades.
A papá no le gustan las navidades porque es antisocial. Eso dice mamá. A papá no le gusta comer con la familia porque a papá no le gusta que se pierdan las formas. Eso dice él. Yo no sé muy bien qué es eso de perder las formas. Pero debe de ser que en Navidad las formas se hacen más grandes: a la tía Laura se le han hinchado los labios y el abuelo, antes del asado, se desabrocha el botón para sacar la barriga, que es grande y redonda como la pelota que tiene mamá para hacer gimnasia.
A papá no le gustan las navidades. A mí sí. A mí me gustan las navidades porque en Navidad los mayores vuelven a ser niños otra vez y yo soy como los mayores. 
- Albita, cariño, ¿te he contado cuando tu papá se hizo pis en el cole?
- Noooo, cuéntalo abuela.
- Mamá, por favor, todos los años igual - dice papá..
- Mira, Alba, a tu papá, ¡que se pone rojo....! Pues resulta que se hizo pis en el colegio y puso todos los muñecos encima para que la maestra creyera que habían sido los muñecos. ¡Qué tierno!
- ¡Qué tieeernooo! - repito yo.
Y todos se ríen mucho, sobre todo el marido de mi tía Laura, que todas las navidades le cuenta a papá cuánto dinero gana su empresa, para que papá se alegre.
- Si seguís así, me levanto y me voy - se enfada papá.
- ¡Cómo eres de picajoso, hijo! - se queja mi abuela - Alba, cuéntale a tu padre qué les pasa a los que se enfadan.
- Que dos males tienen - digo yo muy seria y levantando el tenedor en el aire.
- Mirad a Albita. Habla como una persona mayor. Unos creciendo y otros que no maduran... - dice mi tía Laura.
Como papá es antisocial pasa el resto de la cena sin hablar. Mamá, que sabe que los antisociales sufren mucho en Navidad, le da un beso y le acaricia la mejilla.


YO TAMBIÉN OS DOY UN BESITO Y OS DESEO UNA FELIZ NAVIDAD
(y si sois antisociales, como papá, os doy otro más)

martes, 6 de diciembre de 2011

EL TIEMPO

Mamá dice que las hermanas tienen que ayudarse.

Bea está de mal genio porque se ha pasado todo el fin de semana intentando hacer una redacción que le ha mandado una maestra. La maestra de Bea es como la mía, pero de mayores.
Total, que a Bea la maestra le ha mandado hacer una redacción sobre el Tiempo. ¿Qué es para ti el Tiempo? Así que todos le dimos ideas: Mamá le dijo que el Tiempo es todo eso que ha perdido desde que se casó y papá, que es lo que le falta a mamá antes de abrir la boca.
Esta mañana Bea ha dicho que no le salía y que le daba igual que le pusieran un cero.
Pero las hermanas están para ayudarse, así que le he echado una mano:

EL TIEMPO ES UN ACOMODADOR CON ALAS
El tiempo con minúscula es un nombre común y vive en los relojes, pero el Tiempo con mayúscula es un nombre propio y es un señor que trabaja en un cine o en un teatro, no lo tengo muy claro. Cuando llega el momento, el Tiempo, que vuela, pone a cada uno en su sitio (lo dice mi abuela). Se ve que a veces la gente no sabe dónde ponerse y el Tiempo, que es muy sabio y muy amable te lleva donde te corresponde. Lo que pasa es que a veces es perezoso y se le acumula el trabajo y tarda mucho en poner a la gente en su sitio (eso también lo dice mi abuela). Pero a mí no me extraña nada que se le acumule el trabajo porque somos mucha gente y casi nunca sabemos dónde tenemos que ponernos. En clase pasa lo mismo, por eso la maestra nos coloca por orden de lista al principio. Porque cuanto antes sepamos dónde ponernos, mejor.

Ya veréis qué contenta se pone Bea cuando abra su cuaderno mañana.