viernes, 9 de mayo de 2014

CRIAR MONSTRUOS PELUDOS

Dice la maestra que hay personas que han aprendido a equivocarse muy bien. Y que para aprender a equivocarse muy bien, hay que practicar mucho. Y que las personas que practican mucho eso de equivocarse muy bien, se mueren de ganas por enseñárselo a los demás y entonces...¡tachán! se hacen maestros.
La maestra también dice que las equivocaciones se alimentan del silencio y del miedo. Y que las personas que tienen miedo de hablar o de actuar, son como cajas oscuras de equivocaciones que nadie ve pero que van engordando, y engordando, y engordando, hasta convertirse en monstruos peludos incontrolables.

Mamá tenía uno de esos y ayer se despertó de su invernación.

 Como todas las tardes, papá llegaba a casa del trabajo con cara "de haberse dejado el alma olvidada en el perchero" (que dice mi abuela, la madre de mi madre) y mamá le iba a contar la lista de las cosas que pasan cuando él no está. El problema es que mamá tiene función microscopio: puede hacer que una cosa muy pequeña, muy pequeña, muy pequeña, parezca muy grande, muy grande y terrorífica. (Esto lo dice mi otra abuela, la madre de mi padre, cuando mi madre no está).

- Cariño, no sabes lo que me ha pasado hoy - ha dicho mi madre antes de que a mi padre le diera tiempo a sentarse en el sofá.

- Diimeee...

- Pues si me vas a responder así, no te lo cuento. Y a ver a quién se lo cuento. Porque estoy casada contigo, que yo sepa, no con el vecino de arriba.

- A ver, cuéntame.

- Pues se me ha ocurrido salir al rellano a retirar un poco de polvo, que menuda escalera nos está dejando la obra del portal, y he cogido un cartón, ni siquiera una escoba o una fregona, porque si hubiera sido una escoba o una fregona, aún, pero sólo ha sido un cartón, y he retirado lo justo para poder entrar a casa y, vamos, yo sin pensar en limpiar nada de nada, que eso ya lo haré cuando vea que acaban de taladrar, que para trabajar en balde, ya sabes que no valgo...

- No sé si te sigo, has retirado parte del polvo de la escalera con un cartón, ¿y...?

- Y hace una hora cojo el teléfono y tenía un mensaje en el contestador, y ¿a qué no sabes de quién era? De la ve-ci-na-den-fren-te. Sí, ya ves, un mensaje de la vecina que no tiene más que salir a la puerta y apretar el timbre.

- Sí que es raro, sí.. ¿y qué decía?

- Escúchalo tú mismo -respondió mamá. Y le acercó el teléfono a la altura de la nariz, como si además de sonido salieran olores y se oyó una voz un poco de fantasma de señora mayor que "todavía no ha visto la luz" que decía: Buenas tardes. Soy la vecina de enfrente. Ya he visto que has limpiado TU parte del rellano. La verdad es que no esperaba esto de ti, porque si yo no estuviera tan mayor y tan mal de las rodillas, habría limpiado todo el rellano, tu parte y mi parte. En fin, se ve que todos no somos iguales. 

A papá lo primero que le salió fue una carcajada de tres jas, esa que sirve para quitarle importancia a las cosas y le dio a mamá una solución: llamar a la vecina, explicarle lo que de verdad había pasado y limpiar todo el rellano. Y le acarició la cara con una sonrisa.

Pero mamá no entendió la carcajada de tres jas, no quería soluciones fáciles y apartó la cara de la mano de papá como si le hubiera dado corriente. Luego fue cerrando los ojos hasta dejar el sitio justo para ver y los huecos de la nariz empezaron a hincharse y deshincharse cada vez a más velocidad.

Mamá tenía una equivocación dentro que llevaba comiendo mucho tiempo y que había decidido salir a tomar el aire.

- ¿Pero es que nunca me puedes dar la razón en nada? Me tratas como si fuera idiota. Siempre me haces lo mismo. Don Inteligente, para todo tienes solución. Todo lo que digo son tonterías. A lo mejor habrías preferido casarte con la vecina de enfrente...

- Pero si tiene setenta años, mujer...- respondió mi padre con algo de precaución.

- Claroooo, mejor con la de la buhardilla, que es joven, guapa y como tiene una carrera, seguro que no decía tantas tonterías como yo.

Y se metió en la cocina dando un portazo.

Entonces me acordé de algo que también dijo la maestra. Muchas veces nosotros somos un poco responsables de las equivocaciones peludas de los demás, pero sólo el que las ha criado dentro tiene el poder para desintegrarlas. Y eso es lo que significa equivocarse muy bien.


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