Ayer papá nos reunió a toda la familia a las diez de la noche en el salón. Luego encendió una vela plateada de las que pone mamá en la mesa de navidad y salió del cuarto. De repente se apagó todo: la lámpara, la tele, la lucecita del DVD y había tanto silencio que mamá se puso nerviosa.
- ¿Y así cuánto tenemos que estar?
- Cinco minutos, al menos.
- Ya.
Después de un minuto, la vela, que olía como a llave derretida, me empezaba a marear. A mamá el silencio y la oscuridad la deprimen así que se puso a suspirar y a decir que se sentía ridícula. Mientras, papá resoplaba y mamá seguía quejándose de que los vecinos iban a pensar que no pagábamos la factura o que nos habíamos metido en una secta de espíritus.
Así que pensé que debía decirlo:
- Ha sido una idea de los amigos de internet de la vecina, que nos la hemos encontrado en el portal y papá ha estado un rato hablando con ella.
Funcionó. Mamá debió de comprenderlo todo porque calló de golpe. Fue un silencio muy silencioso. Y papá, como regalo por dejar de quejarse, encendió la luz un minuto antes, también muy callado, y puso la tele.
Papá es chachi y el tiempo pasa más despacio con la tele apagada.
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